Ya quisiera yo... Ya quisiera que los años llegaran solos, que pasaran y fueran simplemente conmemoraciones de un título autoimpuesto de vivencias repetidas, pero no, con el título vienen enormes párrafos pesados que me aplastan la moral, signos de puntuación exagerados y una diatriba de inexplicables palabras que evocan los más retorcidos recuerdos, aquellos que no quisiéramos vivir jamás, pero que se reviven en un dejá vù infinito.
A veces la espiral se torna serpiente, cóncava y convexa, sin puntos de inflexión o simplemente discontínua por tramos... Saltando y saltando por terrenos ineludibles, recordando cómo superarlos mejor que en el pasado, lográndolo pobremente o sucumbiéndo en el intento. De la experiencia no se aprende, son patrañas de los viejos para hacerte creer que sus vidas valieron la pena, la experiencia es simplemente la medida de la imbecilidad humana, recoger hechos y anécdotas para simplemente escurrirlas en el pobremente respaldado terreno de la mente humana, o si mucho para plasmarlas en un libro que corroerán las polillas... Todo para repetir siempre la misma historia.
Cómo desearía vivir sin tantas experiencias sobre mi espalda, con la ignorancia sobre la razón de la tierra para girar, sin saber por qué Simón Bolivar liberó a tantos países, o por qué Cristo se inmoló por nosotros. La inocencia, es decir, la estupidéz es sinónimo de felicidad. "Sin dolor no te haces felíz", pero a veces puedes encontrar la felicidad sin saber lo que es.
Debería poder borrar el cassette, volarme de la ciudad, dejar tirada mi carrera, mi familia, mis amigos, fumar mucho, alucinar con Lucy en el Cielo con Diamantes, conocer mucha gente y que nadie me conozca, alegrarme porque me regalen un globo, o llorar porque se me caiga mi helado... Debería poder hacerlo, si la experiencia no me hubiera mostrado que quién lo hace no sobrevive. Los años no te acaban, pero si te dicen cómo hacerlo.